Roberto Omar Ávila, fundador de nuestro Instituto
Roberto Omar Ávila fue un gran soñador. Sembró las semillas del futuro donde hoy todos nosotros como institución estamos parados. Cuando un gran soñador se detiene a sembrar nada ni nadie lo puede correr de su objetivo, porque Roberto decía que el gran soñador tiene un sueño ardiente que arde en lo profundo de su ser y se cocina en su interior al fuego ardiente de su deseo… Su deseo ardiente vio la luz en el mundo un día, allá lejos por el año 1990 cuando ese sueño comenzó a estar mas latente, siempre quiso enseñar aquello que sabía, había dejado su trabajo en una empresa internacional para ir en búsqueda de su esencia en el mundo.
Nos contó en una ronda de café una tarde que el se cruzó con una señora en un congreso que tenía muchas empresas, la mujer lo miró y le preguntó cuál era su sueño. El le contó que su sueño era tener una escuela para enseñar todo lo que sabía, pero que no tenía dinero para empezar. La mujer era mexicana, le dijo, mira chico, yo empecé sin nada, para hacer realidad algo en el mundo no se necesita dinero, se necesita tener un gran sueño y desearlo. Luego otros invierten en tu sueño… Siempre nos contaba que eso le cambió el concepto de lo que era lograr algo en la vida.
Entonces un día caminando por las calles de Buenos Aires, cerca del obelisco se encuentra con un amigo, el amigo le pregunta en que andaba y el le contó su sueño y que no sabía como empezar para dar clases ya que no tenía dinero para pagar un aula… El amigo le dijo, yo te doy un aula, donde trabajo hay un horario en que está vacía, no te cobro, empezá. Entonces Roberto juntó 10 personas, 2 eran alumnos pagos y 8 eran amigos que lo acompañaron sin cargo, para llenar, decía el… Cuando entró al lugar se dio cuenta que era una escuela, ingresó y cuando comenzó la clase se escuchó una orquesta que comenzó a tocar, la música invadió todo el edificio, era la sinfónica que estaba ensayando en el aula de al lado… El nacimiento de Crisol ciencias fue acompañado por la 5ta sinfonía de Beethoven, esas frecuencias resuenan como eco en nuestros ladrillos ónticos, él siempre decía que cuando escuchó esa música que era una de sus preferidas supo que estaba entonces haciendo lo que tenía que hacer. Y fue así que Crisol comenzó sus primeros pasos, su construcción en el mundo. En 1992 nace de manera oficial y fue inscripto para comenzar allí en las aulas de Scalabrini Ortiz donde estaría muchos años dando clases.
Roberto ha tenido mentores muy significativos en su vida que le dieron forma a su gran visón de lo invisible y supieron acompañarlo hasta donde él tenía que llegar. A través del tiempo Roberto, un adelantado, un visionario, supo ver mas allá de lo que veía y su gran método óntico se desplegó en todo lo que hacía. Por las aulas de Crisol han pasado miles de alumnos que caminan por el mundo llevando las semillas ónticas y remontando el sueño que hace 30 años comenzaba.
Cada ladrillo óntico que lo forma es un alumno que ha caminado por Crisol, los cimientos son los valores que Roberto sembró en la tierra fértil de su sueño y todo lo demás es combustible del espíritu, la fortaleza, el valor, el amor y las ansias de libertad. Tuve el honor de ser su alumna y desde hace un tiempo caminábamos este sueño juntos, él me dijo Tenés que ser puente para los tiempos que vienen, como siempre tan visionario el profe, como le decía cariñosamente y me convertí en su socia y directora del instituto.
Crisol seguirá brillando como el horno de la gran obra del alquimista para seguir transformando vidas y mostrarte lo invisible que te da forma. Roberto Omar Ávila dejó su legado en el mundo y su sueño ardiente sigue brillando en cada uno de nosotros.
Diana Andrea Braconi
Directora de Instituto Crisol Ciencias ónticas.
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